El eje central

Deuteronomio 6:6‭-‬9

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.
 

El rey Josías es el único de quien la palabra de Dios dice que amaba al SEÑOR con todo su corazón, su alma, y su fuerza (2 Reyes 23:25). Pero vemos en este pasaje que la ley de Dios no fue dado para los reyes solamente. La ley de Dios es para todo creyente y para todo aspecto de su vida. La ley no es algo meremente legal o político, mas bien es algo que se debe instalar en el corazón, que es el centro de la mente, voluntad, y caracter de la persona. Tampoco fue algo solamente para los eruditos y sacerdotes. Es cierto que los sacerdotes levitas fueron cargados para enseñar la ley al pueblo, pero no como si fuera algo inaccesible para la gente común.  

Al contrario, la ley (Torah, que significa toda la palabra de Dios) debería haber sido el tema central de conversaciones ordinarias en la casa, en las calles, en el trabajo, desde el desayuno hasta la cena. Así debería haber sido el eje central de la vida de fe (punto central), todo girando sobre la Palabra de Yahveh, porque todo debe estar sometido bajo el Rey del unverso quien es sabio y compasivo para con nosotros. 

Antes de su encuentro con el Señor Jesús, el apóstol Pablo era un fariseo, un erudito en la ley de Dios. Meditaba en sus ordenanzas y estatutos día y noche. Pero no fue suficiente. Habia perdido el tema central de las escrituras, el Mesías (el ungido con aceite santo) que iba venir para cumplir con todas las promesas antiguas (Genesis 3:15, 12:3, 49:10, etc.), y todas las figuras y oficios del antiguo testamento (Adán, Melquesidek, profeta, sacerdote, rey, etc.). 

Después de conocer a Jesús, su eje se cambió de la Palabra escrita sola al Verbo encarnado que es el cumplimiento de todo revelación divina. Así que, nosotros debemos estar meditando sobre Jesucristo y su evangelio en todo momento de nuestra vida. Vemos este enfoque en el siguiente pasaje escrito por Pablo:

"Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20) 
 

 

Taylor Kern